sábado, 8 de abril de 2017

La Entrada Anterior

Me parece sorprendente como desde el 2014 no publicaba, y hoy, 8 de Abril del 2017, publico algo que está relacionado con la entrada anterior.

Una Semana Después


Hoy estaba trabajando aquí en la Carpi, y en un momento, no recuerdo exactamente qué pensé, pero fue algo acerca de Dios y de estar vivo. En ese momento empecé a llorar desatadamente. Me lancé al piso de rodillas y empecé a hablar con Dios.

Era el momento que necesitaba desde hacía una semana. Creo que no lo había tenido porque no había estado en completa soledad en este tiempo. Siempre había alguien en la casa, y de cualquier forma, si lloraba lo notarían.

Lloré, lloré y lloré. Lo saqué todo, como me hacía falta. Y le hablé a Dios, como necesitaba.

Es una sensación rara que ha prevalecido durante la semana. Es una pregunta en mi cabeza: ¿Porqué me dejaste vivir? No en forma retadora, jamás lo sería. Es solo que no lo entiendo y me lo pregunto. En cierta forma me siento como que se me dio esta nueva vida de gratis. Realmente todo lo que pasó ese día fue por las consecuencias de mis actos. Considero que no necesariamente fue algo que cualquiera podría decir "¿Cómo hizo semejante barbaridad?", sino que por otro lado, fue un descuido, fue ignorancia, en parte, fue necedad y ganas de no dejar un reto sin tomarlo, por otra. Sin embargo, todo, absolutamente todo, fue consecuencia de mis actos. Y le pregunto a Dios, ¿Porqué me dejaste vivir? Es algo muy raro, y me lo pregunto en los momentos en que recuerdo con más claridad lo que pasó hace una semana.

Eso era lo que le decía a Dios cuando estaba postrado. Lo que sucede es que me siento como esos héroes de la película (no recuerdo si ya lo mencioné en otra entrada), que vencen a todos los del bando contrario, pelean y pelean y nadie les gana, y de repente aparece el que finalmente pelea tan bien como él y justo cuando está a punto de vencer al héroe, aparece la novia/amigo/etc. que le salva la vida, y el héroe de la película sale nuevamente victorioso, aunque no haya sido por su habilidad. Estas escenas siempre me han dejado un sabor agridulce, porque si bien al final el héroe salió vencedor, no lo hubiera logrado si justo en el momento indicado no hubiera aparecido su salvador. ¿Si no hubiera aparecido, qué? Ese es, en palabras no tan exactas, el sentimiento que tengo.

Siento por momentos como si estoy viviendo extra. Como si todo esto fue un regalo. Así es, de hecho así es. Le estoy tan agradecido a Dios que no hay palabras suficientes para decirlo. Jamás en esta vida podría agradecerle a Dios lo suficiente. En ese momento fuimos ÉL y yo. Y vencimos. No vencí yo, venció ÉL. El verdadero héroe es ÉL y siempre lo será.

En ese momento, postrado en el piso le dije a Dios: siento como que estoy viviendo de gratis. Y entonces me llegó la respuesta: siempre lo has hecho. Es cierto, ¿Qué me hacía pensar que de alguna forma me había ganado el derecho a vivir? La vida cuando nací me la regaló Dios. La vida hace una semana me la volvió a regalar Dios. Gratis la primera y gratis la segunda. Y ÉL me la regala todos los días. 365 regalos al año (a veces 366).

En ese momento le dije: ¿Me dejas hablar un rato y decirte lo que siento? Porque siento dentro que no lo he hablado con nadie. La realidad del asunto es que a nadie le gusta escuchar, o a casi nadie. No he visto a mi babe en toda la semana y no he tenido la oportunidad de contarle lo que siento, porque ella sí me escucha. Con mi familia no me siento tan cómodo hablando de temas existenciales porque quiero que se sientan seguros. No quisiera que sepan lo que he sentido estos días, aunque sí que se los manifesté en aquel cuarto del intensivo.

Hablando con Dios me di cuenta de algo. Lo que realmente importa en la vida es amar. Eso es lo que importa. Manifestado de diferentes formas, pero amar en todas esas formas. Amar a la familia, amar a mi babe, amar a las demás personas. Toda muestra de amor es lo que vale, y, como mencioné, se puede hacer de muchas formas. Sé que mi sueño de impactar millones es una forma de amor, de enseñarle a otros lo que es posible, de ayudarlos a lograr sus sueños con sus capacidades, sus habilidades, haciendo lo que fueron llamados a hacer, no estar todo el día en un lugar en el que no quieren estar; ¡Eso no es lo que Dios quiere para nosotros!

Entonces me di cuenta de algo más: tengo que tener un balance entre el impacto futuro y el impacto de hoy. Sobre todo me refiero en cuanto a tiempo y dinero. Debo trabajar hoy y retardar el placer momentáneo por todo lo que quiero lograr y para hacer algo inmensamente grande, pero al mismo tiempo debo tener tanto impacto como pueda tener con las personas que están a mi alrededor. Impacto, impacto, impacto; eso es lo que quiero. Cambiar vidas es lo que quiero, y eso le decía a Dios. Quiero cambiar la vida de las personas que están cercanas a mí en una gran manera. Quiero que sus vidas sean mejores de una forma rotunda. Quiero, además, cambiar la vida de millones de personas, y pensaba en algunos personajes como Gary Vaynerchuk. La cantidad de personas que él alcanza y las vidas que toca son enormes. Pensaba en el Pastor Cash. Igualmente, las personas a las que él le ha cambiado la vida son muchísimas. Entonces entendí eso: debo impactar hoy, y debo impactar en 90 años. Debo pensar en el impacto de mañana, preparar ese impacto, pero debo hacer hoy todo lo que deba hacer para mejorar la vida de las personas cercanas a mí. Debo darles el tiempo, hacer los esfuerzos y usar mis recursos para ellos. Y debo balancearlo con usar el tiempo, esfuerzos y recursos para la visión del impacto a millones en el futuro.

Esto se parece a lo que he pensado semana: Debo vivir hoy como si fuera a vivir 90 años, y debo vivir hoy como si fuera a vivir hasta hoy a las 5. ¿Porqué? Toda esta situación y esta semana me abrió los ojos (y es algo más de lo que hablaba con Dios). Ese sábado 1 de Abril me hubiera ido con remordimientos. Aunque siempre la familia es una prioridad y es de las pocas cosas que le dedico tiempo junto con mi babe, últimamente me he enfocado tanto en mi empresa, en mi impacto futuro, que no he dedicado suficiente tiempo a "ser bueno", a hacerle favores a los demás si ya tenía algo que hacer. En ese momento me sentía como que mi familia no sentía que yo era buen hijo o buen hermano. Había estado cambiando pues ya había tenido ciertas revelaciones al respecto, sobre todo en cuanto a dedicar más tiempo a otras personas, pues es también una forma de dar. Pero esta situación me cambió la perspectiva. Lo que más empecé a valorar después de eso era ir con mi papá y acostarme a su lado; valorar a mi babe por todo lo que ha hecho y ser el hombre más feliz del universo cada vez que escucho su voz; dedicarle más tiempo al negocio de la familia, Sleepet, porque no es un negocio nada más, es algo que a mi familia le importa, es parte de mi familia, es algo de lo que mis papás pueden vivir en un futuro y algo en lo que he sentido por mucho tiempo que no he estado trabajando como se esperaba de mí; en hablar más con Dios y ser una mejor persona; en hacer más favores; en que no me importe ir al super si tengo que hacerlo.

Dios es bueno. Es maravilloso. Realmente me lo sigo preguntando y creo que siempre me lo preguntaré, ¿Porqué me has dado más vida? Pero lo haré siempre con la mayor sonrisa en mi cara, haciendo que cada segundo de mi vida cuente. Haciendo de esta oportunidad algo mejor. Aprovechando esto para mí y para todos. Siendo agradecido, dando de gratis como a mí me fue dado.

Creo conveniente aclarar que antes del 1 de Abril vivía muy feliz y satisfecho. Soy una persona muy feliz, una de las personas más felices que conozco. Una de las personas más realizadas con lo que hacen. Soy feliz en mi negocio y lo he visto esta semana también. Amo trabajar; amo hacer negocios. Es solo que no todo en la vida se trata de eso. Debo amar, y amar de una forma impactante. Debo ser ese cambio diario en la vida de otros. Puedo hacerlo. Lo he sido en el pasado y puedo tener ambas. Construir el futuro, mientras impacto el presente. Ambas son igualmente importantes. Un día el futuro será el presente, y lo que estoy haciendo hoy impactará ese día, pero debo impactar este día también, debo hacer que mis esfuerzos del pasado cuenten hoy.

Al final miré por la ventana y vi la montaña que quiero subir. Vi la vida y cómo aún soy parte de ella. Aún estoy aquí. Solo se lo debo a Dios. Como mi papá me dijo hace unos momentos, "Dios nos da segundas oportunidades, nos da esas meditaciones" (algo así). Solo recuerdo el momento en el que íbamos hacia el hospital entre el tráfico y a toda velocidad y yo solo le pedía a Dios: Padre, déjame vivir, déjame llegar a tiempo. Me dejó vivir, llegamos a tiempo, y mientras Dios me siga dando vida voy a hacer que cuente.

¡GRACIAS DIOS!

martes, 18 de noviembre de 2014

Una segunda oportunidad

Hace poco estaba pensando lo siguiente, para motivarme y porque me pregunté qué haría si sucediera. Imaginé que moría e iba al Cielo, y cuando llegaba Dios me mostraba todo lo que pude haber hecho en esta vida, el potencial que había en mí y que pude haber llegado a alcanzar; lo que ÉL había puesto en mí, lo que yo era, mi esencia y la semilla que estaba dentro. Luego me pregunté qué haría yo en ese momento. Lo que haría es decirle: Padre, déjame regresar y volver a intentarlo, ahora que sé sí lo voy a hacer!

Esto me impactó mucho. Lo primero que veo es que esa segunda oportunidad no la tendría. Sólo vivimos una vez aquí en la tierra y otra por el resto de la eternidad. Seguro que allá será magnífico y mejor de lo que toda nuestra imaginación puede pensar en sus pensamientos más locos. Pero aquí solo tenemos una oportunidad. Una. No más. Lo que soy y llegue a ser, hacer o tener, sólo tengo un strike para serlo, hacerlo o tenerlo. Fuera de eso no hay más. Cuando el cronómetro termine no hay prórroga, ni hay partido de vuelta.

Esto lo pensaba principalmente porque creo y sé que Dios ha puesto música en mí. Lo llevo dentro. Me imaginaba que Dios me mostraba lo lejos que pude haber llegado y que hubiera sido un gran músico si hubiera hecho "algo", si tan solo lo hubiera intentado y no me hubiera quedado tocando sólo en mi cuarto. No quiero morir sabiendo que pude haberlo llegado a ser, que todo estaba listo y sólo era que lo intentara y diera lo mejor de mí. No quiero enterrar el talento que Dios me dio, quiero devolverle los cinco que me dio con otros cinco más. Eso es lo justo. Dios me dio y nos da a cada uno lo que ÉL quiso, no debemos dejar morir esa semilla sin dejar que crezca, que tenga vida, matarla sin que haya nacido. Es como cuando le damos un regalo a alguien y nunca lo usa. ¿Qué pensaríamos? Mejor se lo hubiéramos dado a otra persona que sí lo usara. Ojalá Dios no piense eso de mí.

Sólo tenemos una oportunidad. ¡Quiero ser la persona que Dios me diseñó para que fuera!

jueves, 14 de agosto de 2014

Déjame ir Contigo

Quiero compartir brevemente un versículo que acabo de leer y que llamó mi atención en un punto en específico. En el pasaje relacionado, Jesús echó fuera una legión de demonios de un hombre gadareno (de la región de Gad). La gente al ver lo que había pasado y que el hombre se encontraba bien, como nunca antes lo habían visto, se asustaron. En el versículo de Marcos 5:17 dice: Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos. Al entrar Él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con Él.

Lo que quiero resaltar en este versículo es la diferencia entre las personas que no tuvieron el encuentro personal con Jesús y quien si lo tuvo. Los demás no entendían que pasaba y le pidieron a Jesús que se fuera. Lo que Él hacía no era malo, al contrario; pero ellos al no entender, lo tomaban como algo indeseable y preferían echar a Jesús y seguir en su normalidad.

Por el otro lado, el ex-endemoniado tuvo un milagro sobrenatural de Dios en su vida. Él lo experimentó, lo vivió, los sucesos pasaron dentro de sí mismo. Por eso él sabía el poder que había actuado en ÉL y que era innegable que era la mano de Dios en su vida. Por eso la diferencia de su reacción, mientras todos querían que Jesús se fuera, él quería ir con Jesús.

Eso es lo que pasa con alguien cuya vida ha sido cambiada y dada vuelta por Dios mismo: lo que queremos es seguirlo. Sabemos que Él es la verdad y que sus milagros han sido hechos vida en nosotros. Por eso, sin importar que los demás piensen que es una locura, sabemos que el camino a seguir es Jesús.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Caminando sobre las aguas... o no

Leyendo nuevamente el pasaje en el que Jesús camina sobre las aguas (que se encuentra en Mateo 14:22-32) vi algo de lo que no me había dado cuenta antes. Como pasa muchas veces cuando leemos la Biblia: podemos leer el mismo pasaje diez veces que vamos a encontrar algo nuevo siempre.

Resumidamente, en este relato Jesús se quedó despidiendo a la multitud después del milagro de los panes y los peces, y mientras tanto los discípulos se fueron en una barca hacia la otra ribera. Jesús caminó sobre el mar y cuando lo vieron se asustaron y pensaron que era un fantasma (como buenos cristianos). Luego de haberles dicho Jesús que era Él, Pedro le dijo "Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas", y Él le respondió "ven".

Lo que quiero hacer notar aquí es que Pedro le pidió a Jesús que diera una orden, un mandato, que consistía en que él caminara sobre las aguas como Jesús lo hacía. Como podemos ver, Jesús no le dijo que no, sino que, tal como se lo pidió, Él dio la orden. Lo interesante en el pasaje es lo siguiente, que dice: "y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendindo la mano, asió de él y le dijo:¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?". Entonces observamos que Jesús había dado la orden, sin embargo esa orden, poniéndolo en palabras sencillas, no tuvo efecto debido a la falta de fe de Pedro.

Cuando Pedro vio el viento tuvo miedo. Ese miedo le dio más poder (dentro de Pedro) al viento y a la situación que a la orden que ya Jesús había dado. Puede ser que Dios ya nos haya otorgado algo, que ya haya dado la orden para que lo recibamos y caminemos sobre las aguas, pero simplemente invalidamos lo que ya estamos viendo, haciendo o recibiendo (o estamos por recibir) debido a la falta de fe y la duda que puede ser tan grande como hacer que una orden que Dios dio no se cumpla. Ese es el poder de la fe, y ese es el poder de la duda.

domingo, 30 de junio de 2013

Una lección de responsabilidad

Hoy comparto esta breve experiencia acerca de la responsabilidad. Fue algo de lo que aprendí por un pequeño error, pero que considero que si se aprende la lección se pueden evitar errores más grandes en el futuro.

Normalmente cuando me piden algo trato de hacerlo lo mejor posible, aun cuando no me guste (que es lo más probable). Hace unos fines de semana fui como servidor a un encuentro (parecido a los retiros) de mi iglesia. Todo fue excelente y fue una gran experiencia ver cómo la gente recibe de Dios y es transformada. Pero no es eso de lo que quiero hablar.

Como parte del servicio que damos siempre tratamos de llevarle el equipaje a su habitación a las personas que asisten al encuentro, de igual forma, cuando termina se las llevamos de regreso al bus, para que no se preocupen de eso y puedan sentirse bien atendidos.

Al final del encuentro cuando ya estábamos listos para irnos uno de los encargados me pidió que revisara si habían maletas en las habitaciones. Yo ya había revisado el cuarto del que me tocaba encargarme y habíamos llevado esas maletas al bus, por lo que no me preocupaba esa habitación. Revisé una de las otras y luego cuando iba a revisar las demás uno de mis compañeros me dijo que ya no habían más maletas en los demás dormitorios. Le pregunté si ya había revisado y me dijo que sí y que ya todos lo cuartos estaban vacíos. Por un momento pensé en ir ir revisar porque me habían dicho que (yo) revisara, pero al final no lo hice porque creí que era suficiente con que él lo hubiera hecho. Tengo que aclarar que normalmente trato de hacer las cosas como me las piden, pero esta vez no fui responsable con lo que me pidieron y es por eso que debo aprenderlo.

Regresamos a la Iglesia y luego del recibimiento a los encuentristas nos dimos cuenta que faltaban maletas. Cuando las bajamos del bus el conductor nos ayudó y nos dijo que ya no habían más, y sólo lo dimos por sentado sin revisar nosotros. Cuando nos dimos cuenta que faltaban tratamos de llamar al conductor del bus pero no contestaba. No teníamos idea de dónde estaban, podían estar en el bus o en el centro de retiros, o en algún lugar exótico. Me sentí culpable porque no revisamos el bus (que fue lo que pensé que había sucedido) y porque no revisé yo mismo todas las habitaciones del lugar de retiros.

Al final de cuentas me tuve que ir porque llegaron a traerme (gracias a Dios) por lo que ese día ya no supe que pasó, pero días después me contaron que habían encontrado las maletas en una de las habitaciones del centro de retiros.

El punto al que quiero llegar (y que es bastante evidente) es que a pesar que la persona a la que le pregunté si había revisado los cuartos era alguien en quien yo confiaba, el hecho de que las maletas no hayan llegado con sus dueños no fue su error sino el mío, porque era a mí a quien habían pedido que revisara todos los cuartos. Aunque me confirmaran que ya habían revisado, yo tenía que hacerlo, no por desconfiar de la persona que me lo dijo, ni por la nostalgia de irnos, ni por ver si encontraba fichas de 25, ni por tomar una última foto del lugar que con tanto cariño nos acogió, sino porque era mi tarea. A mí me la habían asignado, yo tenía que cumplirla, sin importar otros detalles. Cuando se nos asigne algo para hacer tenemos que cumplirlo, porque será nuestra responsabilidad al final. Como comenté, en esta ocasión la dejé pasar y precisamente esa vez tuvo consecuencias. Gracias a Dios no fueron graves, pero así es la forma de aprender para evitar que luego pasen con cosas más importantes.

miércoles, 11 de enero de 2012

Hay una historia de ti que no conoces

Hace unos días estaba platicando con mi papá durante la cena y hablamos de muchas cosas interesantes. Dentro de la conversación me contó respecto a cómo él le pidió a Dios que yo naciera y que me entregó a ÉL desde antes de que yo siquiera hubiera venido al mundo. Fue un momento bastante agradable y en el que aprendí mucho, como la mayoría de veces que hablo con él. Yo no tenía idea de que eso hubiera pasado; obviamente no lo recuerdo, ni siquiera estaba aquí, pero es parte de mi vida y de lo que soy hoy.

Después de esta plática me di cuenta que nuestros papás saben muchas cosas de nosotros, incluso algunas (o muchas) que ni siquiera nosotros mismos sabemos. Hay una historia behind the scenes acerca de nuestras vidas. Por ejemplo, nuestra vida desde el nacimiento hasta los tres o cuatro años es desconocida para nosotros. La única forma de saberla es que alguien más nos la cuente; incluso ver fotos, videos o algo por el estilo. Bien pudimos haber salido en un anuncio en el que nos cambiaban el pañal que no lo sabríamos si nadie nos lo cuenta. Viviríamos felices de la vida sin saberlo, como si nunca hubiera pasado. Toda la expectación y felicidad que producimos algún día con nuestra venida al mundo sería desconocida para nosotros si alguien que la tuvo no nos lo comparte. Así, cada uno tiene una historia detrás de sí que no conoce, la cual empezó mucho antes de nuestro primer respiro.

Nuestros papás saben cuánto nos desearon o le pidieron a Dios por nosotros. Ellos saben los nombres que habían pensado ponernos o lo que deseaban que llegarámos a ser cuando creciéramos. En fin, algunas cosas que nosotros ni siquiera pensamos. De igual manera hay una historia detrás de nosotros que está escrita desde la fundación del mundo. Cuando nacimos, Dios ya sabía que lo haríamos, y preparó un espíritu, un alma y un cuerpo para darnos. ÉL nos formó y nos dio las características que hoy tenemos. Estoy seguro que cuando pensó en tí lo hizo con mucho amor y te creó con mucho cuidado, sabiendo que serías una pieza única, nunca más te repetiría. Como suelen decir, Dios quebró el molde después de hacerte. Así, Dios también sabía qué sería de nosotros y el tipo de vida que llevaríamos. Seguramente ÉL ya sabía que algunas veces lo desobedeceríamos y heriríamos, pero aún así decidió crearnos. 

La plática que tuve con mi papá me hizo pensar que lo que estoy viviendo ahora es producto de lo que Dios hizo mucho tiempo atrás, de un trasfondo que yo no conozco. ÉL sabe lo que pasó behind the scenes hace años, y lo que vivo ahora, aunque pudiera parecer (y en efecto muchas veces lo sea) el producto de lo que yo he decidido hacer, es el cumplimiento de lo que Dios ya tenía planeado. ¿Qué pasaría si te enteraras que la oportunidad que acabas de tener en el trabajo, estudios, familia, con tus amigos, de viaje, con tu pareja, o cualquier otra área, no fue producto de la casualidad, sino que Dios movió todo lo que era necesario para que lo tuvieras, cumpliendo la historia que ÉL te quiere dar? Dios te tiene en su historia, somos los protagonistas de una historia que ÉL está dirigiendo. Incluso hay cosas en el futuro de las que ni siquiera tenemos idea, que Dios ya sabe y las tiene empacadas para el momento oportuno. Como escuché una vez, las tiene guardadas en la gaveta para regalárnoslas después sin que lo imaginemos. Qué tal si llegaras a ser gerente de la empresa para la que trabajas, si vas a graduarte con honores, si vas a salvar la vida de alguien, si llegarás a ser presidente, si escribirás un bestseller, si serás un gran empresario, si serás un gran cantante o actor, si pondrás el nombre de tu país en alto, si conocerás a la persona que estabas esperando, si sacarás adelante a tu familia o si ayudarás a un amigo a salir de un problema. Cada uno tiene su propia historia, y la escribimos todos los días, pero también hay detrás de nosotros una historia, un tiempo que Dios se tomó para escribir las letras que dibujarían nuestra vida. Dios te ama y se tomó el tiempo de planearte, de pensarte, de formarte, y lo hace día a día. ¿Qué pasará mañana u hoy mismo? No lo sabemos, pero hay Alguien que sí lo sabe, que conoce nuestra historia. Como en una obra de teatro o un programa de televisión, lo que vemos es solo el producto de todo un trabajo que se ha hecho fuera de cámaras, y el director de esta obra es Dios. La pregunta es: ¿vas a dejar que Dios cumpla el sueño y el propósito que tiene para tí, o tienes tú un mejor plan escrito para tu vida?