Leyendo nuevamente el pasaje en el que Jesús camina sobre las aguas (que se encuentra en Mateo 14:22-32) vi algo de lo que no me había dado cuenta antes. Como pasa muchas veces cuando leemos la Biblia: podemos leer el mismo pasaje diez veces que vamos a encontrar algo nuevo siempre.
Resumidamente, en este relato Jesús se quedó despidiendo a la multitud después del milagro de los panes y los peces, y mientras tanto los discípulos se fueron en una barca hacia la otra ribera. Jesús caminó sobre el mar y cuando lo vieron se asustaron y pensaron que era un fantasma (como buenos cristianos). Luego de haberles dicho Jesús que era Él, Pedro le dijo "Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas", y Él le respondió "ven".
Lo que quiero hacer notar aquí es que Pedro le pidió a Jesús que diera una orden, un mandato, que consistía en que él caminara sobre las aguas como Jesús lo hacía. Como podemos ver, Jesús no le dijo que no, sino que, tal como se lo pidió, Él dio la orden. Lo interesante en el pasaje es lo siguiente, que dice: "y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendindo la mano, asió de él y le dijo:¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?". Entonces observamos que Jesús había dado la orden, sin embargo esa orden, poniéndolo en palabras sencillas, no tuvo efecto debido a la falta de fe de Pedro.
Cuando Pedro vio el viento tuvo miedo. Ese miedo le dio más poder (dentro de Pedro) al viento y a la situación que a la orden que ya Jesús había dado. Puede ser que Dios ya nos haya otorgado algo, que ya haya dado la orden para que lo recibamos y caminemos sobre las aguas, pero simplemente invalidamos lo que ya estamos viendo, haciendo o recibiendo (o estamos por recibir) debido a la falta de fe y la duda que puede ser tan grande como hacer que una orden que Dios dio no se cumpla. Ese es el poder de la fe, y ese es el poder de la duda.
miércoles, 20 de noviembre de 2013
domingo, 30 de junio de 2013
Una lección de responsabilidad
Hoy comparto esta breve experiencia acerca de la responsabilidad. Fue algo de lo que aprendí por un pequeño error, pero que considero que si se aprende la lección se pueden evitar errores más grandes en el futuro.
Normalmente cuando me piden algo trato de hacerlo lo mejor posible, aun cuando no me guste (que es lo más probable). Hace unos fines de semana fui como servidor a un encuentro (parecido a los retiros) de mi iglesia. Todo fue excelente y fue una gran experiencia ver cómo la gente recibe de Dios y es transformada. Pero no es eso de lo que quiero hablar.
Como parte del servicio que damos siempre tratamos de llevarle el equipaje a su habitación a las personas que asisten al encuentro, de igual forma, cuando termina se las llevamos de regreso al bus, para que no se preocupen de eso y puedan sentirse bien atendidos.
Al final del encuentro cuando ya estábamos listos para irnos uno de los encargados me pidió que revisara si habían maletas en las habitaciones. Yo ya había revisado el cuarto del que me tocaba encargarme y habíamos llevado esas maletas al bus, por lo que no me preocupaba esa habitación. Revisé una de las otras y luego cuando iba a revisar las demás uno de mis compañeros me dijo que ya no habían más maletas en los demás dormitorios. Le pregunté si ya había revisado y me dijo que sí y que ya todos lo cuartos estaban vacíos. Por un momento pensé en ir ir revisar porque me habían dicho que (yo) revisara, pero al final no lo hice porque creí que era suficiente con que él lo hubiera hecho. Tengo que aclarar que normalmente trato de hacer las cosas como me las piden, pero esta vez no fui responsable con lo que me pidieron y es por eso que debo aprenderlo.
Regresamos a la Iglesia y luego del recibimiento a los encuentristas nos dimos cuenta que faltaban maletas. Cuando las bajamos del bus el conductor nos ayudó y nos dijo que ya no habían más, y sólo lo dimos por sentado sin revisar nosotros. Cuando nos dimos cuenta que faltaban tratamos de llamar al conductor del bus pero no contestaba. No teníamos idea de dónde estaban, podían estar en el bus o en el centro de retiros, o en algún lugar exótico. Me sentí culpable porque no revisamos el bus (que fue lo que pensé que había sucedido) y porque no revisé yo mismo todas las habitaciones del lugar de retiros.
Al final de cuentas me tuve que ir porque llegaron a traerme (gracias a Dios) por lo que ese día ya no supe que pasó, pero días después me contaron que habían encontrado las maletas en una de las habitaciones del centro de retiros.
El punto al que quiero llegar (y que es bastante evidente) es que a pesar que la persona a la que le pregunté si había revisado los cuartos era alguien en quien yo confiaba, el hecho de que las maletas no hayan llegado con sus dueños no fue su error sino el mío, porque era a mí a quien habían pedido que revisara todos los cuartos. Aunque me confirmaran que ya habían revisado, yo tenía que hacerlo, no por desconfiar de la persona que me lo dijo, ni por la nostalgia de irnos, ni por ver si encontraba fichas de 25, ni por tomar una última foto del lugar que con tanto cariño nos acogió, sino porque era mi tarea. A mí me la habían asignado, yo tenía que cumplirla, sin importar otros detalles. Cuando se nos asigne algo para hacer tenemos que cumplirlo, porque será nuestra responsabilidad al final. Como comenté, en esta ocasión la dejé pasar y precisamente esa vez tuvo consecuencias. Gracias a Dios no fueron graves, pero así es la forma de aprender para evitar que luego pasen con cosas más importantes.
Normalmente cuando me piden algo trato de hacerlo lo mejor posible, aun cuando no me guste (que es lo más probable). Hace unos fines de semana fui como servidor a un encuentro (parecido a los retiros) de mi iglesia. Todo fue excelente y fue una gran experiencia ver cómo la gente recibe de Dios y es transformada. Pero no es eso de lo que quiero hablar.
Como parte del servicio que damos siempre tratamos de llevarle el equipaje a su habitación a las personas que asisten al encuentro, de igual forma, cuando termina se las llevamos de regreso al bus, para que no se preocupen de eso y puedan sentirse bien atendidos.
Al final del encuentro cuando ya estábamos listos para irnos uno de los encargados me pidió que revisara si habían maletas en las habitaciones. Yo ya había revisado el cuarto del que me tocaba encargarme y habíamos llevado esas maletas al bus, por lo que no me preocupaba esa habitación. Revisé una de las otras y luego cuando iba a revisar las demás uno de mis compañeros me dijo que ya no habían más maletas en los demás dormitorios. Le pregunté si ya había revisado y me dijo que sí y que ya todos lo cuartos estaban vacíos. Por un momento pensé en ir ir revisar porque me habían dicho que (yo) revisara, pero al final no lo hice porque creí que era suficiente con que él lo hubiera hecho. Tengo que aclarar que normalmente trato de hacer las cosas como me las piden, pero esta vez no fui responsable con lo que me pidieron y es por eso que debo aprenderlo.
Regresamos a la Iglesia y luego del recibimiento a los encuentristas nos dimos cuenta que faltaban maletas. Cuando las bajamos del bus el conductor nos ayudó y nos dijo que ya no habían más, y sólo lo dimos por sentado sin revisar nosotros. Cuando nos dimos cuenta que faltaban tratamos de llamar al conductor del bus pero no contestaba. No teníamos idea de dónde estaban, podían estar en el bus o en el centro de retiros, o en algún lugar exótico. Me sentí culpable porque no revisamos el bus (que fue lo que pensé que había sucedido) y porque no revisé yo mismo todas las habitaciones del lugar de retiros.
Al final de cuentas me tuve que ir porque llegaron a traerme (gracias a Dios) por lo que ese día ya no supe que pasó, pero días después me contaron que habían encontrado las maletas en una de las habitaciones del centro de retiros.
El punto al que quiero llegar (y que es bastante evidente) es que a pesar que la persona a la que le pregunté si había revisado los cuartos era alguien en quien yo confiaba, el hecho de que las maletas no hayan llegado con sus dueños no fue su error sino el mío, porque era a mí a quien habían pedido que revisara todos los cuartos. Aunque me confirmaran que ya habían revisado, yo tenía que hacerlo, no por desconfiar de la persona que me lo dijo, ni por la nostalgia de irnos, ni por ver si encontraba fichas de 25, ni por tomar una última foto del lugar que con tanto cariño nos acogió, sino porque era mi tarea. A mí me la habían asignado, yo tenía que cumplirla, sin importar otros detalles. Cuando se nos asigne algo para hacer tenemos que cumplirlo, porque será nuestra responsabilidad al final. Como comenté, en esta ocasión la dejé pasar y precisamente esa vez tuvo consecuencias. Gracias a Dios no fueron graves, pero así es la forma de aprender para evitar que luego pasen con cosas más importantes.
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